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Niño de Elche canta. Israel Galván baila. Normalmente la experiencia del flamenco aparece como humana, demasiado humana. Sin embargo, cuando arde el teatro y la piel y la carne se consumen vemos debajo el esqueleto de dos máquinas. Hay precedentes: la máquina de trovar del joven Meneses, el baile con motores de Vicente Escudero, las imágenes concretas de Val del Omar. En realidad, el flamenco es hijo de la era de las máquinas y empezó con el motor de vapor, la fábrica de textiles y el ferrocarril, acompañante a contrapelo de la revolución industrial. Por eso el malentendido entre texto y acontecimiento: donde el público ve espontaneidad hay un lenguaje estricto y reglado. Esta emoción solo es capaz de producirla una máquina. Y esa es la idea, hacer bailar al público no es otra cosa que introducirlos, hacerlos participe de la maquinaria del concierto. En competencia abierta con la técnica, como hizo Escudero con las dos dinamos eléctricas, se trata de eso, de demostrar que la sangre, el sudor y las lágrimas también son una experiencia cyborg, afectos que comparten humanos y máquinas.
Pedro G. Romero


- Concepción y co-dirección artística: Israel Galván & Niño de Elche
- Coreografía y danza: Israel Galván
- Música y cante: Niño de Elche
- Dirección técnica y espacio escénico: Pablo Pujol
- Diseño sonido: Pedro León/Manu Prieto
- Diseño iluminación: Benito Jiménez
- Regiduría: Balbi Parra
- Producción: Israel Galván Company
- Management: Rosario Gallardo
- Distribución: Mondigromax –cultivos de cultura-
- Con la colaboración de: Teatros del Conde Duque